Tronador: Cómo Se Construye el Lanzador Argentino
Hola Lector!
Sigue un artículo muy interesante publicado
día (16/02) en la página web del
diario argentino "La Nación", destacando como se está desarrollando el lanzador Tronador
II.
Duda Falcão
Sociedad – A fondo
Tronador: Cómo Se Construye
el Lanzador Argentino
Por Nora Bär
LA NACION
Lunes 16 de febrero de
2015
Publicado en edición
impresa
Foto: Ministerio de Planificación
Para
este año estarían previstos dos o tres lanzamientos más del vehículo experimental, VEx5 |
Marcos Actis decidió ser ingeniero espacial hace 40 años,
cuando estaba terminando la primaria y vivía en Arroyo Dulce, un pueblo de la
provincia de Buenos Aires de apenas 3000 habitantes.
"Era un fanático de Viaje a las Estrellas y soñaba con irme a trabajar a los Estados Unidos -confiesa mientras camina por el patio
de la facultad donde hizo colocar una maqueta del Pulqui, el avión a reacción
diseñado y construido en el país a mediados del siglo XX, el primero en su tipo
en fabricarse en América latina y el noveno en el mundo-. Me acuerdo cuando
vimos el alunizaje con mi padre. Él había dejado la escuela en 6° grado, era
molinero y trabajaba en el campo. Un día le dije que me iba a estudiar a La
Plata. Me decidí por la ingeniería aeronáutica porque era la que más se
acercaba a la ingeniería espacial. Y acá estoy, viviendo un sueño hecho
realidad."
Un cohete como el
Tronador,
diseñado para inyectar
satélites de
unos 250 kg en órbitas de
baja altura,
a alrededor de 700 km de
la superfície
terrestre, puede tener más
de 3000 piezas
Hoy es el decano
de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de La Plata y dirige un
equipo de 150 investigadores, docentes, becarios y técnicos que tiene a su
cargo la fabricación de seis vehículos experimentales y del Tronador II, el
primer lanzador espacial para colocar satélites en órbita que desarrolla
íntegramente un país latinoamericano.
No están solos.
El ambicioso proyecto liderado por la Comisión Nacional de Actividades
Espaciales agrupa a más de 600 profesionales, contando los 250 que trabajan en
la compañía VENG SA, contratista principal, y otros dos centenares en numerosos
institutos de investigación del Conicet, como el Centro de Investigaciones
Ópticas, el Instituto Argentino de Radioastronomía, las universidades de Buenos
Aires, Tecnológica Nacional, la de Córdoba y la de Mar del Plata, el Instituto
Universitario Aeronáutico, la Comisión Nacional de Energía Atómica, el Servicio
Meteorológico Nacional, el Instituto Balseiro, Invap, Y-TEC (centro de
desarrollo de tecnología de YPF) y la Planta Piloto de Ingeniería Química
(Plapiqui). También participan pymes encargadas de desarrollar algunas partes
específicas.
Como ingeniero, Actis es un veterano en materia espacial.
Él y colegas de la UNLP trabajan en proyectos de la Conae desde la época del
SAC-B, el satélite argentino de observación astronómica que se lanzó en 1996.
Foto: Patricio Pidal / AFV
Ingeniero Marcos Actis. "La navegación anda bien,
los
motores funcionan; ahora es tiempo de construcción."
|
"Participamos en toda la serie SAC -subraya-. De los
cinco instrumentos argentinos del SAC-D, cuatro se construyeron en la facultad.
Y dos de los más importantes, el radiómetro y la cámara infrarroja, se hicieron
en el Grupo de Ensayos Mecánicos Aplicados (GEMA, de la UNLP). Ahora estamos
haciendo allí el centro tecnológico aplicado aeroespacial, que ya fue aprobado
por la universidad."
Un cohete como el Tronador, diseñado para inyectar
satélites de unos 250 kg en órbitas de baja altura, a alrededor de 700 km de la
superficie terrestre, puede tener más de 3000 piezas. En este caso, la idea fue
que, salvo excepciones, estuviera íntegramente diseñado y producido en el país.
Un desafío mayor si se tiene en cuenta que exige desarrollar materiales
delgados, soldaduras de alta calidad e instrumental liviano, todo prácticamente
sin disponer de información técnica.
"Muchos creen que la «receta» para hacer un lanzador
se baja de Internet y listo -sonríe Actis-, que es fácil encontrarla en papers
o trabajos científicos, pero éstos sólo ofrecen información analítica, teórica,
no procesos de construcción."
El
Tronador está pensado como un vehículo de navegación autónoma, es decir que una
vez programado busca su órbita, algo que nunca se había hecho en el país.
La
empresa VENG SA, de Falda Del
Carmen,
Córdoba, está encargada Del
diseño
de los motores de 4000 kg de
empuje
y el sistema de propulsión
Tendrá dos
"etapas". La primera es la que lo impulsa algo más de los primeros
dos minutos de vuelo hasta que logra vencer la fuerza de gravedad. Ésta llega
hasta los 100 km de altura, se desprende y cae al océano. Para eso se emplea el
90% del combustible. Con el 10% restante, la segunda etapa sigue hasta inyectar
el satélite en la órbita predeterminada.
"Por ser un
vehículo de combustible líquido (a diferencia de un misil, que usa combustible
sólido), despega a muy baja velocidad -explica Actis-. Un misil sale a una
aceleración de 7 u 8G [1G es la aceleración que produciría la gravedad en un
objeto cualquiera en condiciones ideales] y éste despega a 1,4 G y se va
acelerando: de 800 km
h pasa a 1000,
2000, 3000, 4000. A medida que se va consumiendo el líquido y se aliviana,
aumenta la velocidad."
Completo, el
Tronador pesará alrededor de 70.000 kilos, de los cuales 63.000 corresponderán
al combustible. El vehículo en sí, que medirá algo más de 30 metros de altura
por dos metros y medio de diámetro, sólo pesará 7000 kilos.
La empresa VENG
SA, de Falda del Carmen, Córdoba, está encargada del diseño de los motores de
4000 kg de empuje y el sistema de propulsión.
"El
Tronador II se diseñó para inyectar con alta precisión en órbitas polares
cargas útiles livianas para observación de la Tierra. Todos sus motores son de
desarrollo local y funcionan con combustibles y oxidantes líquidos en sus dos
etapas, también desarrollados localmente -explica el ingeniero Pablo Servidia,
responsable del Sistema de Navegación, Guiado y Control, e investigador
principal del área de Acceso al Espacio de la Conae-. Los motores con
propelentes líquidos se destacan por su alta energía específica, su
escalabilidad, la posibilidad de regular fácilmente el tiempo de quemado y, en
consecuencia, por lograr la precisión de posicionamiento requerida. Además,
para mejorar la confiabilidad de la fase final del vuelo, el motor que se
desarrolló para la última etapa utiliza propelentes hipergólicos, es decir que
se encienden al simple contacto."
Según explica
Servidia, el motor de la primera etapa ya se probó en 2014 y, junto con el de
la última etapa, que impulsa la parte superior, se ensayará este año en los
vehículos experimentales VEx5. Durante las pruebas tratarán de ajustar el
encendido en condiciones de ingravidez y vacío, que son difíciles de replicar
en tierra.
Los
científicos y tecnólogos que
Trabajan
en el programa Tronador
esperan
que este esfuerzo también
ofrezca
benefícios en áreas más terrenales
Este combustible
que utilizará el Tronador está en manos de un equipo de Y-TEC. "Es de un
tipo que sólo producen tres países: Estados Unidos, China y Rusia",
describe Gustavo Bianchi, doctor en Ciencia de los Materiales de la Universidad
de Mar del Plata, ex investigador de la Comisión Nacional de Energía Atómica y
hoy director del centro de desarrollo tecnológico de YPF.
Se trata de un
tipo de kerosene al que se aplica un proceso especial cuyos detalles no se
pueden comentar por ser secreto industrial. "Lo desarrollamos nosotros
desde cero -asegura Bianchi-. Ya estamos comenzando a construir una planta para
producirlo exclusivamente para la Conae." Debido al interés que despiertan
estos desarrollos, tanto los investigadores de la UNLP como de grupos que
desarrollaron el GPS y otros dispositivos del vehículo, así como empresas
privadas que trabajaron sobre las baterías de litio, deben respetar una
cláusula de confidencialidad, y no pueden compartir sus hallazgos ni
publicarlos en congresos ni revistas científicas.
Es sabido que la
exploración espacial dejó como subproducto un sinnúmero de nuevas tecnologías.
Es el caso del GPS, el código de barras, los detectores de humo, la pintura
anticorrosión, los pañales desechables, nuevos metales aislantes, el Kevlar, el
cierre velcro, el termómetro digital, el tubo para la pasta de dientes, los
alimentos deshidratados y el microondas.
Los científicos
y tecnólogos que trabajan en el programa Tronador esperan que este esfuerzo
también ofrezca beneficios en áreas más terrenales. Un ejemplo son los
aluminios de alta calidad que se están desarrollando en la UNLP.
"La
Argentina exporta aluminio, pero de bajo precio -explica Actis-. El barato se
exporta y después compramos aluminio caro. Nuestro aluminio vale unos 2000
dólares la tonelada, pero el que importamos, unos 20.000. Y el espacial, que es
el que estamos haciendo en la facultad, alrededor de 200.000. El dato
importante es que este último se usa para vehículos espaciales, pero también
sirve para la industria automotriz. Es una tecnología de gran valor agregado.
Lo mismo ocurre con los sistemas de navegación."
El
sensor se compone esencialmente
de
un metal con un grabado particular
que
se llama "red de Bragg"
En el Centro de
Investigaciones Ópticas del Conicet, Ricardo Duchowicz y Gustavo Torchia
lideran dos de los grupos que, junto con el de Mario Garavaglia, desarrollan
desde hace más de una década los giróscopos que estarán encargados de
monitorear el vuelo del lanzador y sensores que permiten controlar su salud
estructural. Los tres grupos están vinculados desde 2009.
"Nuestros
giróscopos demostraron una calidad incluso superior a algunos de los modelos
comerciales -comenta Duchowicz-. Ya estamos en una etapa madura y la idea es
que los dispositivos que diseñamos para el Tronador u otros similares también
se puedan vender."
El giróscopo es
un sistema interferométrico que detecta una señal cuya frecuencia se corre si
uno rota el dispositivo. Mediante el control de una tensión que compensa ese
corrimiento se puede determinar el grado de giro que está realizando. Tiene tal
precisión que si se lo colocara sobre la mesa frente a la que estamos sentados
podría registrar la rotación de la Tierra.
"El que
desarrollamos hasta ahora -explica Duchowicz- tiene 500 metros de fibra óptica
y un solo eje. En los próximos dos años pensamos compendiarlo en un sistema de
tres ejes, lo que permitiría medir cualquier tipo de movimiento, algo
fundamental para mantener la estabilidad de un lanzador o de un satélite."
Otros dos
equipos están desarrollando sensores de fibras ópticas que permiten controlar
temperatura y deformación. "Con estos dispositivos hacemos análisis de la
salud estructural del vehículo -dice Gustavo Torchia-. En el espacio, las
variaciones de temperatura pueden llegar a los 150 grados, según si el aparato
está en la cara iluminada u oscura del planeta. Los sensores están preparados
para monitorear desde -10 hasta 150 grados, y es posible desarrollar
dispositivos que lleguen a 500 y hasta 1500 grados. Como la fibra óptica es un
elemento pasivo, se utiliza una consola con la electrónica y un emisor que
ilumina en una banda ancha los distintos tipos de sensores, colocados a lo
largo del lanzador. Si algo se calienta o varía su temperatura, se desplaza a
mayor longitud de onda. Es decir, lo que medimos son variaciones de la longitud
de onda, solamente importan los corrimientos. Ocurre lo mismo si el material se
deforma o se estira."
El sensor se compone esencialmente de un metal con un
grabado particular que se llama "red de Bragg", para lo cual los
científicos desarrollaron una planta de grabado de redes en el propio CIOP.
Se prevé que este año se
realicen
pruebas con el vehículo
experimental
VEx5, que ya tiene dos
etapas
"En el mercado,
grabar cada una de esas redes cuesta 200 dólares -detalla Torchia-. Así, como
los testeos tienen que ser destructivos, porque hay que probar cuánto es lo
máximo que toleran, podemos disponer de las nuestras sin necesidad de comprarlas."
Y más adelante agrega: "La consola se coloca en la parte del vehículo que
está refrigerada o con temperatura controlada; en cambio, la línea de sensores
puede llegar hasta donde se quiera. Dentro de una fibra se pueden colocar 20
sensores a la vez, que monitorean distintos puntos del sistema. Entonces con un
mismo aparato se controlan varios simultáneamente. Después, mediante la
telemetría, se conocen perfectamente desde tierra, en tiempo real, la
temperatura y la deformación".
Hasta ahora, el lanzador
fue sometido a dos pruebas, ambas con la primera etapa, desde la localidad de
Pipinas. En la primera, realizada en febrero de 2014, sólo se elevó un par de
metros, en lo que se interpretó como un rotundo fracaso. Sin embargo, Actis
aclara que para los ingenieros el balance fue ampliamente positivo.
"Hay que tener en
cuenta que el vehículo se carga y se activa automáticamente, a distancia. El
módulo se elevó apenas dos metros y medio porque falló un enganche, que es algo
externo -dice-. Toda la ingeniería y el encendido del vehículo anduvieron
bárbaro. Eso permitió hacer las correcciones y ya en el segundo intento
sabíamos que todo lo demás andaba bien y lo único que tenía que hacer era
desengancharse. Se aprende más de las fallas que de los éxitos. Como decía Wernher
von Braun: «Los resultados de una prueba valen por mil opiniones
expertas»."
El 14 de agosto del año
pasado se realizó otra prueba con resultados ampliamente satisfactorios:
"Ascendió hasta 3000 metros de altura; la idea era que llevara poco
combustible porque teníamos un radio de acción muy chiquito: estábamos
limitados por los ocho km de exclusión que se establecen para prevenir
accidentes si algo no funciona -cuenta Actis-. Probamos el sistema de
navegación y fue un éxito. Ahora estamos ensayando la segunda etapa, donde
viajan todos los sistemas de control para buscar la órbita exacta donde se
inyecta el satélite."
Además de promover el
desarrollo de nuevas tecnologías que actualmente no se producen en el país, el
proyecto también estimula la formación de recursos humanos. "Enviamos
docentes y estudiantes a capacitarse afuera -cuenta Actis-: algunos viajaron
gracias al plan Becar, otros, a hacer másteres y doctorados en ingeniería
aeroespacial... Para medir el impacto que tiene este proyecto, baste con mencionar
que la carrera de Ingeniería Aeronáutica solía tener 70 inscriptos y este año
tuvo 140."
Se prevé que este año se
realicen pruebas con el vehículo experimental VEx5, que ya tiene dos etapas.
Según detalla Servidia, esto "implica la evaluación progresiva de una
serie de objetivos, como separación de etapas, vuelo controlado, encendido e
impulso del motor de la última etapa y del mecanismo de apertura de cofia
[donde va alojado el satélite]. Las pruebas se realizarán desde el área cercana
a la localidad de Pipinas, al norte de la bahía de Samborombón".
Marcos Actis.
El decano de la Facultad
de Ingeniería de la Universidad de La Plata dirige uno de los grupos que,
liderados por la Comisión Nacional de Actividades Espaciales, trabajan en el
diseño y la construcción de un lanzador satelital autónomo desarrollado íntegramente
con tecnología local. Para este año estarían previstos dos o tres lanzamientos
más del vehículo experimental, VEx5.
Fuente: Website La Nacion - http://www.lanacion.com.ar
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